sábado, 14 de febrero de 2009

Elegir el amor

Hoy, día de San Valentín, de una forma u otra, todos pensamos en el amor. En ése que dejamos ir sin luchar por él, en ése que nos iluminó la vida, en ése que soñamos, en ése que podría haber sido, en ése que tenemos pero no es el que añoramos, en ése que nos da fuerza para levantarnos cada día…

En cierta forma, tendemos a apresar al amor en una relación de pareja. Pero el amor es mucho más que eso. La unión entre dos amantes puede ser un trozo de cielo, pero hay muchas otras formas en que el amor puede inundar nuestras vidas. La voz de un amigo en el teléfono para desearnos un buen día, la sonrisa de la persona que recibió lo que quisimos compartir, la mirada de nuestros hijos, el mensaje de alguien que no conocemos, pero que llegó por Internet en el momento adecuado para reconfortarnos.

El amor es una fuerza constructiva. Dondequiera que esté.

Si las palabras del amigo entibian tu corazón… es amor.
Si el rostro plácido del hijo que duerme te da fuerzas para tomar una buena decisión… es amor.
Toda acción humana que ayuda a crear, a crecer, a mirar al futuro, a re-encantarse con los propios sueños… es amor

En oposición a ello… si estar con esa persona no nos da paz, nos da tristeza o no nos da razones para ser mejor… no es amor y debemos revisar las elecciones que hacemos día a día sin darnos cuenta.

Es nuestro deber elegir el amor por sobre el desamor. Activamente. Recordemos ese dicho: Para que el mal triunfe… basta que los hombres buenos no hagan nada. Homónimamente, para que el desamor se apodere de nuestras vidas… basta con que no busquemos activamente el amor.

Y nuestra responsabilidad primera es el amor a nosotros mismos, entendiendo cuál es nuestro lugar en el universo y cuánta diferencia podemos sembrar en el mundo.

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