jueves, 16 de abril de 2009

Somos dueños de nuestras emociones

Podemos controlar nuestras emociones para hacerlas fluir de manera de no herir a nuestros cercanos y no producirnos daño nosotros mismos. Pero también podemos leerlas para ayudarnos en nuestro proceso de crecimiento. Ellas vienen de nuestro inconsciente. Son mensajes que nos urgen a tomar algunas decisiones. Es clásica la explicación del miedo, que induce la decisión entre huir o pelear. Pero todas las emociones traen mensajes que tenemos que leer para poder mantener las emociones agradables y desprendernos de las incómodas.

Son mensajes personales, que tenemos que aprender a descifrar.

La rabia puede ser que nos esté instando a cuidar los límites que le imponemos a los demás. O tal vez debemos revisar qué hacer frente a algunas inconsistencias. En general, los demás nos hacen sólo lo que nosotros les permitimos hacernos… pero eso no siempre es lo que deseamos en el fondo de nuestro corazón. Y la rabia puede permitirnos encontrar la línea donde debe estar la frontera.

La pena tiene que ver con la sensación de pérdida actual o inminente. A veces la pérdida es evidente, como cuando se muere un ser querido y la pena nos llama a acomodar nuestras rutinas para continuar con nuestra vida. A veces la pérdida es menos obvia, es, por ejemplo, una relación que se perdió. Y la pena nos llama a liberar las amarras que tratan de sujetar algo que ya no está. A veces se trata de enfocar nuestra vida hacia horizontes muy diferentes, a veces se trata de acomodar pocas cosas. Pero la pena persistirá si no identificamos la pérdida para liberarnos de ella.

Lo importante es no meter las emociones negativas debajo de la alfombra hasta que, de pronto, ya no nos dejen avanzar. Lidiar con una emoción es infinitamente más fácil que hacerlo con una gran cantidad de ellas. Y hacerlo cuando la emoción es reciente nos facilitará el trabajo de buscar las causas más profundas.

No hay nada más frustrante como cuando nos dicen “tú siempre haces tal cosa y yo no digo nada” Porque no nos dieron la posibilidad de aclarar el punto o mejorar. Si nosotros no leemos nuestras emociones podemos acumular muchas de esas situaciones que la otra persona pudo explicar o cambiar hasta el punto en que la reparación ya no sea posible. Y perderemos algo importante que podríamos haber conservado.

Leer nuestras emociones y resolver las decisiones que nos empujan a tomar puede ayudarnos a vivir con más armonía, a vivir mejor.

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