domingo, 19 de abril de 2009

¿Dónde empieza el sexo?

¿Dónde se acaba la ternura y empieza el sexo? ¿Dónde se acaba el deseo de hacer feliz a la pareja y empieza la satisfacción sexual? ¿Cuándo el placer se llama sexo?

Vivimos en un mundo que ha tratado de separar el sexo de las demás formas de comunicación como si fuera una función con claras delimitaciones y una agenda absolutamente estructurada. Pero el sexo es parte de las muchas formas que tenemos de comunicarnos. Y por eso está en más lugares de los que tenemos consciencia. Y no es igual para todos. Y tampoco es igual siempre para una pareja. El sexo tiene diferentes orillas dependiendo de las personas. Para algunos el sexo sólo puede vivirse a través de la genitalidad. Para otros puede comenzar a sentirse antes de mirarse o tocarse. O puede ser una experiencia tántrica. Más aún, para una misma pareja a veces es una experiencia sutil y otras veces salvaje. Por eso no debemos presionarnos a hacerlo de un modo o de otro. Lo que hagamos está bien si nos hace felices y no daña a nadie.

El sexo no tiene una forma correcta y otra incorrecta, pero sí debe haber una sintonía entre quienes se encuentran. Y como es una forma de comunicación habrá muchos elementos que pueden modificar la experiencia.

Nuestra civilización le ha dado una gran importancia a la líbido espontánea a la hora de desear el encuentro sexual. Proyectamos en ello nuestra cultura fálica y la disociación entre sexo y comunicación. Pero el encuentro entre dos personas puede ser deseable aunque no haya contacto genital y una relación sexual completa, aunque ninguno busque específicamente satisfacción sexual. Más bien por el solo goce de estar con la persona amada, de darle placer, de comunicarse. Sí, aunque no haya líbido puede haber un encuentro divino. El placer de estar con la otra persona puede, por supuesto, terminar en un coloquio francamente sexual. Para hacerlo más complejo aún, ésta puede encenderse sin un encuentro sexual tradicional. O la situación que partió como contención puede terminar en sexo y aquella que partió en sexo puede terminar en juego sin que nadie resulte frustrado por el giro que dio la experiencia. Por otro lado, situaciones cotidianas, como una conversación telefónica, pueden tener una gran carga de energía sexual. Y la complicidad entre amantes puede darle significado sexual a palabras o símbolos, sin que nadie más comparta la asociación. El mensaje es ser flexibles para no perder oportunidades de disfrutar.

Todos tenemos sueños y aprendizajes distintos, vemos el mundo, el amor, la felicidad, la sexualidad, el placer de distintas maneras. Por eso, es muy importante conversar del tema y no dar por obvia ninguna cosa. Nuestra pareja no lee el pensamiento y no tiene por qué estar dispuesta sólo a ceder. Si bien ambos podrán condescender, ninguno de los dos tiene por qué cambiar su esencia para satisfacer al otro. También debemos sentir un cierto balance en la relación, entre lo que damos y lo que recibimos. Cuando uno de los dos siente que la situación está desbalanceada, habrá que revisar más profundamente la relación en busca de las causas, para trabajarlas de acuerdo con las convicciones personales. Como el sexo es una forma de comunicación no está desconectado del resto del vínculo, independiente de que se trate de una relación no comprometida o de un matrimonio consolidado.

El sexo es una forma compleja de comunicarse, que puede ser maravillosa, pero no puede encasillarse en tareas o rutinas específicas. Es necesario que cada pareja encuentre su identidad y aprenda a distinguir si el lazo está sano o requiere algún cambio para poder vivir mejor.

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