domingo, 4 de octubre de 2009

Conversemos

Cuando existe amor todo puede mejorar. Nuestras vidas, nuestros sueños, nuestro placer, nuestra confianza, nuestro desempeño. Pero ese amor no es una capa que cae desde el cielo sobre nuestros hombros para lucirla como artículo de moda o símbolo de poder. Es una puerta que el universo nos abre a un proceso creativo que debemos defender y cuidar. Los malos entendidos, las malas interpretaciones pueden arreglarse si se conversa adecuadamente, sin exigencias, sin drama innecesario y a tiempo. El amor es un vínculo que fluye en ambas direcciones y se quiebra si no hay balance. Cuando una de las dos personas no quiere ceder, o quiere controlar, no se puede construir el necesario diálogo. Es un trabajo de a dos. Sea que estemos hablando de relación padre-hijo, amiga-amiga, marido-mujer o la que sea, hay dos partes responsables que deben dar lo mismo que esperan. Con un respeto infinito por lo que el otro desea, sueña, espera o necesita. Cuando hay amor esto fluye fácil. Ninguno de los dos espera controlar o manipular al otro, ninguno de los dos espera imponer, al otro, ambiciones que son propias; ambos entienden que la otra persona es un individuo independiente, con experiencias distintas e interpretaciones diferentes de la vida y sus eventos.

¿Pareciera que nuestra relación no está fluyendo así? Conversemos. Tal vez sólo sea una mala interpretación. O tal vez, por respeto al otro, habrá que abrir caminos diferentes porque ninguno debe subordinarse al otro por un capricho. La única manera de descubrir estas sutilezas es conversar. Primero con nuestros propios corazones, para averiguar qué necesitamos, qué anhelamos, qué podemos dejar ir, en qué podemos ceder. Y después con el amigo, la pareja, la hija. Pero conversemos, mientras está la posibilidad. Porque a veces, por más que queramos recuperar la cercanía perdida, la oportunidad se ha ido y la otra persona ya no desea escuchar. Y tal vez hayamos perdido amor, la única pérdida verdadera que podemos tener en la vida.

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