lunes, 9 de marzo de 2009

Tomar riesgos puede acercarnos a la felicidad.

El ser humano tiende a preferir mantenerse atado a una situación mediocre, triste o estresante simplemente porque es conocida. Cambiar puede ser un gran desafío, aunque exista la posibilidad de encontrar felicidad. Y muchas veces nos quedamos en la inercia, sin intentar romperla por no arriesgarnos. Y se van así muchas posibilidades de buenos momentos o gran felicidad.

Aprendamos a aventurarnos por la vida. Primero con pequeñas cosas:
• Preparemos o pidamos un alimento de una forma diferente
• Ordenemos la rutina de una forma diferente
• Comamos algo que no habíamos probado
• Retémonos a nosotros mismos en vez de asumir que no somos capaces. (Si creemos eso… de verdad no vamos a ser capaces)
• Si no nos gustó el cochayuyo como guiso probemos como ensalada
• Si no nos gustó la berenjena frita probémosla en lasagna.
• Inscribámonos en ese curso tantas veces postergado
• Escribamos esa carta que no nos hemos atrevido a escribir
• Vendamos ese mueble que nos trae malos recuerdos
• Consigamos ese libro que queremos leer desde hace tiempo

Con el tiempo, tomar riesgos se hará más natural. Y podremos preocuparnos de esas grandes decisiones que hemos postergado por miedo. Sea la posibilidad de una nueva carrera, de alcanzar el peso ideal, de tener una pareja compatible, de tener buena salud…sólo tenemos que atrevernos a ir haciendo los cambios necesarios, aunque inicialmente sea un poquito atemorizante. No se trata de lanzarnos al vacío sin pensar en las consecuencias, sino de estar en mejor sintonía con nuestros deseos más profundos. Así, buscaremos caminos para alinearlos con nuestra vida cotidiana. Y nuestra vida empezará a fluir más fácilmente. Todo será posible, porque, recordemos, detrás de la voluntad anidan los deseos. Aquello que deseamos verdaderamente se abrirá paso a través de nuestro atrevimiento y se hará realidad.

No hay comentarios: