viernes, 16 de julio de 2010

El amor fluye por las almas

Quisiera rendir un pequeño homenaje a un hombre bueno, que crió con amor y sabiduría hijos que no llevan su sangre. Como él, sé que hay otros hombres y mujeres que han abierto su corazón a hijos que no llevan sus cromosomas. Y quiero hacer extensivo a ellos este pequeño homenaje. Porque con su amor incondicional hacen mejor este mundo y nuestras vidas.
Es verdad, cuando un niño es hijo de la mujer o del hombre que uno ama, es fácil amarle también. Pero algunos de estos niños se adueñan del corazón de hombres y mujeres que los crían sin tener nexo ninguno. Y aún así fluye amor. Hay quienes no reconocen familia si no hay lazos biológicos. Pero la biología no trae, necesariamente, amor en el mismo paquete. Existen familias biológicas bellas, unidas, incondicionales. Pero también las hay que se desparraman por el mundo sin raíces profundas en ningún afecto.
Qué misterio éste del amor. ¿Por qué a veces la placidez de un bebé, la sonrisa de un niño, nos llena el alma de futuro? ¿Por qué otras veces un niño que nos fue dado por la naturaleza no consigue que inventemos una vida para él?
No es que desprecie los vínculos biológicos. Tengo dos hijas que llevan mi sangre y las amo entrañablemente. Pero creo que sólo constituyen uno de los caminos. El amor, finalmente, fluye de alma en alma.

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