sábado, 24 de julio de 2010

¿Existen las coincidencias?

Muchas veces he comentado que estoy segura de que las coincidencias no existen. Creo que el universo facilita las cosas que tienen que ser. Sin embargo, creo que es muy difícil darse cuenta de qué es lo que uno debe decidir cuando se le presentan estas ventanas de decisión que a veces llamamos coincidencias. Podemos darnos cuenta de que algo importante está frente a nosotros. Podemos darnos cuenta de que ese algo espera alguna acción de parte nuestra. Pero darnos cuenta de qué es lo que debemos hacer es mucho más difícil de lo que parece a simple vista.

Ojalá pudiera iluminarnos alguien sobre el camino que debemos tomar. Pero aquí es donde entra el libre albedrío. Y cada cual debe resolver solo cómo enfrentar estos retos del universo.

Podemos tomar la actitud pasiva, quedarnos en nuestra zona de confort, lo conocido, bueno o malo. Para no enfrentar el miedo a lo desconocido. No hacer cambios es también una toma de decisión. Igual se ha elegido un camino. Aunque a veces no visualizamos que también habrá consecuencias. Y muchas veces ni nos damos cuenta de que tomamos una determinación.

O podemos crear algo a partir de estos momentos que gatillan la duda, el asombro. Y claro, acá nos encontramos frente al misterio más absoluto. Este enigma da susto. Y el susto se mezcla con la duda sobre la propia capacidad de resolver los hechos correctamente. Es difícil tomar buenas decisiones. Siempre hay una renuncia asociada y los humanos no queremos perder nunca nada. Pero tomar el riesgo puede ayudarnos a crecer. Tal vez pueda ayudar un amigo, de esos que nos dicen las cosas que pueden ayudarnos, aunque nos incomoden. No siempre es rápido o fácil este proceso.

Como consuelo, puedo contarles que las coincidencias volverán a ponernos en el camino esos asuntos que debemos resolver de una forma diferente. Por otro lado… también puede ocurrir que nos llevemos una vida entera recibiendo esas coincidencias, sin atinar nunca a tomar la decisión correcta.

viernes, 16 de julio de 2010

El amor fluye por las almas

Quisiera rendir un pequeño homenaje a un hombre bueno, que crió con amor y sabiduría hijos que no llevan su sangre. Como él, sé que hay otros hombres y mujeres que han abierto su corazón a hijos que no llevan sus cromosomas. Y quiero hacer extensivo a ellos este pequeño homenaje. Porque con su amor incondicional hacen mejor este mundo y nuestras vidas.
Es verdad, cuando un niño es hijo de la mujer o del hombre que uno ama, es fácil amarle también. Pero algunos de estos niños se adueñan del corazón de hombres y mujeres que los crían sin tener nexo ninguno. Y aún así fluye amor. Hay quienes no reconocen familia si no hay lazos biológicos. Pero la biología no trae, necesariamente, amor en el mismo paquete. Existen familias biológicas bellas, unidas, incondicionales. Pero también las hay que se desparraman por el mundo sin raíces profundas en ningún afecto.
Qué misterio éste del amor. ¿Por qué a veces la placidez de un bebé, la sonrisa de un niño, nos llena el alma de futuro? ¿Por qué otras veces un niño que nos fue dado por la naturaleza no consigue que inventemos una vida para él?
No es que desprecie los vínculos biológicos. Tengo dos hijas que llevan mi sangre y las amo entrañablemente. Pero creo que sólo constituyen uno de los caminos. El amor, finalmente, fluye de alma en alma.

martes, 6 de julio de 2010

Cuando nada más cabe... creer en Dios es la respuesta

Siempre he sentido que mi vida es privilegiada. Tengo hijas preciosas, mi trabajo me encanta, mis amigos son excepcionales. Todos los días parten con un gran deseo de vivir lo que me traiga el destino.

Tal vez por eso, el dolor inmenso que me llegó ayer desestructuró mi vida. Muchas cosas siguen igual, reuniones, compromisos, tareas, en una secuencia automática que desdibuja un poco la realidad. Pero algo dentro del alma cambió para siempre. Este dolor extiende sus brazos más allá de mis límites y va a unirse a otra pena gigantesca que roba deseos de vivir. Es como si se alimentara del horizonte y sólo se expandiera. Crece con cada pensamiento, no madura, no se va.

Hoy en la mañana, mientras miraba por mi ventana, esperando que el amanecer dibujara contra el cielo una imagen tranquilizadora, pensaba en lo frágil que puede ser la felicidad, la vida misma.

Todavía no comprendo este sufrimiento. Ya llegará, imagino, el entendimiento. Sólo sé que, en estos momentos, lo único que le queda al alma es creer en Dios.