viernes, 21 de mayo de 2010

¿Qué nos mueve?

Hace poco conocí a un hombre extraordinario. Es bueno en su trabajo, con gran capacidad de trabajo en equipo. Pero lo sorprendente llega al ir explorando su vida con mayor detalle. Uno entonces descubre que dedica parte de su tiempo a construir mediaguas para personas que perdieron su casa con el terremoto, que se preocupa de recolectar ropa y alimentos para llevarlos a un pueblo en el sur y organiza grupos de ayuda para diversos fines con gran capacidad de convocatoria. Él construye con un inmenso deseo de hacer de este mundo un lugar mejor para todos.

Desde hace un tiempo, una mujer que me conoce muy poco se ha dedicado a hacer comentarios negativos sobre mí. Puede que alguien se haya dejado convencer por sus palabras inteligentemente hilvanadas. Yo sé que no son ciertas y eso me basta. Esta situación ni siquiera me produce rabia. Más bien curiosidad. Porque quisiera saber qué la mueve. ¿Por qué gastar esfuerzos en dañar a alguien en vez de disfrutar lo que tiene?

¿Qué mueve a las personas a elegir en cada momento hacer una cosa u otra? ¿Por qué algunos miran hacia adelante y otros sólo el momento? ¿Por qué algunos miran a los demás y otros sólo a sí mismos? ¿Dónde surge esa llama que enciende el espíritu de una persona y la convierte en un constructor del universo?

Me gustaría poder contestar estas preguntas, porque sé que los que agradecen lo que tienen y tratan de compartirlo disfrutan de mejor salud que aquellos que se centran en quitarle algo a los demás.

sábado, 1 de mayo de 2010

Hagamos el cambio

En octubre, poco después de mi cumpleaños, comencé a sentir que debía prepararme para algo. No sabía exactamente de qué se trataba, no estaba frente a una premonición ni nada parecido. Sólo la sensación de que vendrían cambios importantes, que me afectarían de alguna forma. Tampoco adivinaba hacia dónde llevarían esos cambios.

A los pocos meses comenzaron, efectivamente, a transformarse varios aspectos en mi vida. Algunos en un sentido claramente positivo, otros, con sufrimientos grandes que más adelante, seguro, comprenderé.

Y vino el terremoto. Gran revolución de cómo vive uno lo cotidiano. Pero lo más estremecedor todavía no llegaba. Tuve la oportunidad de trabajar en Chillán y Talcahuano, donde el terremoto tomó una dimensión humana muy potente. Mucha gente vivió dolores inmensos, en un desamparo que es, también, nuestra responsabilidad. Cruzar esas miradas, sentir la responsabilidad de devolver algo de luz fue una experiencia muy marcadora en mi vida. Aunque no fue fácil ese período, agradezco haber podido encontrarme con mis sentimientos más profundos. Agradezco haber podido ayudar a mitigar algún dolor. Agradezco la posibilidad que me dio, todo este torbellino de eventos y sensaciones, de conocer personas absolutamente maravillosas.

Pero lo más estremecedor es que esta gente no empezó a sufrir con el terremoto. Este evento sólo transfirió a nuestra consciencia situaciones de abandono, de un exilio interno que no trajo consigo oportunidades de conocer otros mundos ni de estudiar y forjarse un futuro. Éste era un exilio de la zona visible de nuestra sociedad. Ellos siempre estuvieron allí, con dolores diversos, pero nuestra vida transcurría en otra dimensión de este mismo país.

En el día del trabajo, quiero enviarle al universo mi deseo de que toda esa gente, que vio como el mar les llevaba su vida fuera de la vida, que vio como el terremoto derrumbaba los pilares de su mundo, vuelva a encontrar la posibilidad de trabajar para reconstruir sus sueños. Y quiero proponerme participar para que eso sea posible.